Refexiones sobre "La carcajada al cáncer" de Pepa Cosat Mulet

Antònia Cabanilles me ha pedido que revise el texto de Pepa Costa Mulet, La carcajada al cáncer, en esta mañana sofocante de agosto. Hay prisa, debe publicarse pronto. Antes de empezar, sabía que iba a ser una lectura desgarradora y reconfortante como sólo pueden serlo las que se escriben de forma valiente y generosa con las tripas al descubierto, con pulso firme al dictado de la conciencia lúcida. No es fácil estar a las puertas de no se sabe bien qué y, aún así, decidir que se desea contar en primera persona cómo ha sido el tránsito de la enfermedad por tu cuerpo y cómo te has metamorfoseado para vivir -que no sobrevivir- con dignidad.

Y es que demasiadas actitudes convierten nuestra vida en indigna, así que únicamente depende de nosotros hacer que cambien. Para ello Pepa Costa Mulet ha escrito un opúsculo donde no pretende dar consejos, ni ser la madre redentora de los enfermos de cáncer. Sus palabras pretenden solamente -aquí se revela el peso de cada una de las letras que componen este adverbio- aclarar lo que significa ser un “paciente, canceroso, enfermo” -categoría una y trina, según ella la establece- y cuáles son las realidades a las que debe enfrentarse la enferma, la institución médica y la familia. Obviamente la perspectiva que prima es subjetiva y en ningún momento ha pretendido jugar a una falsa asepsia. Por ello, una vez hechas las presentaciones de la enferma y de la enfermedad, establece una tipología de médicos/as-dioses que elenca y describe de forma ácida -cuando no despiadada, por aquello de pagar con la misma moneda…- los diferentes tipos de gurús presentes en las consultas de nuestros hospitales. Hace tiempo que la fe en la ciencia se ha instalado en la conciencia colectiva. Hace tiempo que la religión ha perdido adeptos, ganándolos la medicina y su juramento hipocrático de salvar vidas. De este modo en nuestras sociedades “desarrolladas” -concepto este que siempre me causa estupor- la muerte ha sido entendida como el fracaso de la medicina. Sin embrago, no se ha querido reconocer que, precisamente, su fracaso está en no dar las atenciones que merece el enfermo; en no crear los espacios adecuados para que el paciente transite la enfermedad -de la misma manera que la enfermedad se adentra y se aferra a su cuerpo-; en no propiciar el cuidado de las necesidades físicas y síquicas del paciente; en no cuidar las horas -sus impagables horas- de espera pasadas en los ámbitos más desnudos, despojados de piedad, dignidad y afectos; en no mostrar contrición en esos habituales lugares sagrados que hace tiempo abandonaron los muros cerrados de las iglesias y donde la simple presencia de los enfermos obliga a un silencio reverente, cómplice. Y es que hace tiempo que nos hemos acostumbrado al ruido, como nos hemos acostumbrado a tener la barriga llena y un techo bajo el que cobijarnos. Hemos evolucionado. Hace tiempo que hemos cambiado los taparrabos por trajes bien cosidos que nos aíslan, no sólo del frío y del calor, sino de nosotros mismos. Nos hemos “desarrollado”. Quien piense que no hemos perdido nada en el camino, va más que errado. Hemos dejado atrás la comunión íntima con el otro, la paciencia, la compresión y, sobre todo, la compasión. Hemos abandonado todo aquello que nos impide ser y estar permanentemente pulcros; hemos preferido ser alérgicos antes que meter las manos hasta el fondo y rebuscar en la basura. Sin saberlo, nos hemos abandonado.

El breve texto que me lleva de la mano en esta reflexión me obliga, una vez leído, a parar y recomponerme; a pensar el precio de la asepsia -si es que la deseo- o a optar por poner los puntos sobre las íes a la manera de Pepa Costa Mulet. Me inclino irremediablemente por la segunda.

[La Pobla de Farnals, agosto de 2010]

La edición del libro La Carcajada al cáncer, de Pepa Costa Mulet, corre a cargo de CARENA, Asociación de soporte a enfermos de cáncer y otras enfermedades graves, de la que Pepa ha sido cofundadora.

Si quieres colaborar en esta edición puedes hacerlo ingresando tu aportación en la cuenta que se ha abierto con este fin (2090 0536 10 0100058404) o en la sede de la Asociación (C/ Tapinería 18, bajo, 46003, Valencia; e-mail: carena@correo.cop.es; Telf.: 963923898).

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